Contra Temperley hay partidos que han hecho historia por lo que se jugaba.
El primero ocurrió en 1964, cuando Platense lo derrotó por 2-0 en la cancha de Atlanta y consiguió alcanzar el segundo puesto en la tabla general de Primera B, en la rueda por el ascenso. Tras esa victoria, llegó el pentagonal final y el triunfo final ante All Boys por 2-1 en San Lorenzo, que le permitió al Calamar subir a la A.
Totalmente opuesta fue la situación que se vivió el 6 de mayo de 1987. Los dos equipos quedaron igualados tras jugarse la última fecha del campeonato de primera división y jugaron un desempate en el estadio de Huracán. Los Calamares vencieron 2-0 y condenaron a Temperley al descenso, con goles de Miguel Gambier y Alejandro Alfaro Moreno. Los celestes no volverían más a Primera A.
Esos son los datos. Lo cierto es que a partir de aquel partido, se forjó una rivalidad que tomó mucho más encono desde el lado de Temperley que desde el nuestro, máxime tomando en cuenta la cercanía y afecto que se tejió entre numerosos hinchas de Platense y de Los Andes, el tradicional rival de los celestes del sur.
La bronca vino a cuento por el desenlace en la última fecha del torneo de la A, cuando Platense dio vuelta una segura derrota con River en el Monumental y terminó ganando 3-2 con triplete del pampeano Gambier. El anunciado y esperado empate entre Temperley y Rosario Central en un gol, le permitió a los rosarinos ganar el torneo y supuestamente, ponía a los locales a cubierto del descenso. Sin embargo, llegaron las noticias desde River y cambió la historia. Hubo que desempatar mano a mano y en Huracán. Allí, Platense hizo pesar su historia, su costumbre de ganar partidos decisivos por la permanencia y se quedó una vez con la victoria.
Los hinchas de Temperley no lo olvidaron y siempre recordaron aquel desempate, aquellos goles de Gambier que los dejaron sin nada. Lo cierto es que se fueron ampliando los años sin competencia entre ambos (de 1987 a 1999 no se enfrentaron) pero el enojo siguió y parece que se mantiene. Azuzado por los violentos de ambos lados, nunca dejó de estar ahí, latente, al alcance de los iracundos de siempre.
Hoy llegan por distintos caminos, pero con tremendas ganas de ascender. Platense se reconstruyó tras la depuración en el plantel y en Temperley pasó algo similar, desde que la mano sabia y veterana de Ricardo Rezza le dio características que antes no tenía a un plantel joven y motivado. Primera final en tierra Calamar y desquite en el Sur, donde el 6 de agosto de 2011 Juan Manuel Olivares le dio la última victoria al Marrón. Que se repita.
AF