La historia de Platense en el fútbol argentino arrancó oficialmente en 1910, cuando la primitiva Argentine Association Football League le permitió afiliarse y participar en el torneo de segunda división. El Calamar –que tenía su cancha en el cruce de Manuela Pedraza y Blandengues, hoy Avenida del Libertador- debutó el 5 de mayo empatando sin goles con Olivos, en un juego válido por la Copa Bullrich.

Desde esa tarde cuando se festejaba el Centenario de la independencia de nuestro país hasta hoy, han pasado 110 años y una enorme cantidad de jugadores. Casi 1500 jóvenes con ganas de ser el mejor futbolista se calzaron la camiseta blanca y marrón, en todas sus variantes. Entre ellos, apenas 122 superaron los 100 partidos oficiales y son 21 quienes tuvieron más de 200 presencias. Justamente, en este texto nos ocuparemos de aquellos que hicieron buena parte de sus carreras en Platense.

Estamos hablando de jugadores importantes, de hombres que vivieron situaciones para todos los gustos y los estados de ánimo, pero sobre todo tuvieron una relación íntima con el club al quedarse tanto tiempo o yéndose y volviendo para vestirse otra vez de marrón y blanco. Entre esos 21, conviven tres arqueros, el máximo goleador en la historia Calamar, siete delanteros más y diez defensores.

El punto más alto de la pirámide es Enrique Topini, el Gringo, el Topo, el sólido arquero bahiense que llegó en 1959 y se quedó hasta fines de 1973. Fueron quince años con la titularidad varias veces postergada, pero recuperándola con el correr de los partidos. Artífice junto con Orlando Garro del ascenso de 1964, Topini disputó 326 partidos (321 en torneos de liga y 5 más por la Copa Argentina), sacando una enorme distancia a su escolta. La facilidad que han tenido los arqueros para estar arriba en cantidad de partidos jugados la demuestran Amadeo Carrizo en River y Hugo Gatti en el total general, para citar dos ejemplos. Pero claro, hay que tener jerarquía, capacidad y buena salud. Topini tuvo todo eso.

El segundo lugar lo ocupa un defensor del amateurismo, que estuvo en 16 temporadas en la cancha con la camiseta que amamos. Debutó muy joven en 1915 contra Hispano Argentino y recién volvió a jugar en 1917, para afirmarse para 1920. Se trata de Juan Antonio Mazzini, una figura imposible de olvidar por su calidad y su permanente presencia. Mazzini jugó 260 partidos (240 en los torneos por los puntos y 20 por copas oficiales) entre aquel 1915 y 1930, unos meses antes de que llegara el profesionalismo.

Detrás aparece Norberto Toledo, un eje medio criterioso y de enorme despliegue que llegó desde el fútbol rosarino en 1939, el año en el que la AFA incorporó a Rosario Central y Newell’s Old Boys al torneo de Primera. Fue observado por allegados jugando para Provincial de Rosario. Platense pagó diez mil pesos y Toledo debutó en la primera fecha. Sería inamovible durante ocho temporadas como mediocampista central. Jugó 252 partidos (242 en liga y 10 por copas) y conquistó 12 goles, entre 1939 y 1947. Jugó un partido para la Selección Argentina en 1939, contra Paraguay. Ya era titular en Platense.

Carlos Ángel Biasutto se despidió del fútbol en Platense. Tenía 40 años y una campaña que demostró su gran nivel como arquero. Arrancó en Atlanta, pasó por Rosario Central, Boca, Unión y desde 1980 hasta 1986 se mantuvo siete temporadas en el arco Calamar. Jugó 249 partidos y fue pieza clave en las peleas de esos años para mantener la categoría, además de ser el arquero menos vencido durante todo 1980. Es el jugador que más partidos jugando en Primera A para Platense. Gregorio Esperón quedó muy cerca suyo, con 244 presencias y 24 goles convertidos, pese a ser una mezcla de lateral y mediocampista derecho. Esperón llegó desde Tigre en 1934 y se quedó once temporadas hasta irse a fines de 1943. Entre 1940 y 1942 jugó diez partidos para la Selección Argentina. Gran ejecutor de penales y técnico de la primera división en 1948 y en 1956.

El sexto lugar en la tabla general le pertenece a Daniel Vega. Sí, el máximo goleador de la larga historia Calamar. Reúne 243 partidos con 86 goles convertidos. Vega superó al santiagueño Sayago y alcanzó las 86 conquistas en su cuarto regreso a Platense, en la temporada del ascenso a la Primera B Nacional. Con él como máximo goleador, el Calamar había ganado el mismo título de la B Metropolitana en 2005/06. Debutó en 2002 contra Argentino de Rosario y a sus 237 presencias le agregó seis partidos por la Copa Argentina, con un gol ante Estudiantes de Caseros.

Con el mismo número de participaciones está Ernesto Ulrich, gran wing izquierdo salido desde las divisiones inferiores, que debutó en 1969 y se mantuvo hasta fines de 1979. Con sus 243 partidos le tocó descender en 1971 y ascender en 1976. Hizo 48 goles y tiene el privilegio de haber jugado en el Templo de Manuela Pedraza y Crámer, pero también en Vicente López.

Más atrás se ubica Antonio Campilongo, puntero derecho de excepción de los años treinta, que llegó desde Sportivo Barracas para jugar nueve años, entre 1931 y 1939. Le decían Turco y se destacaba por ejecutar centros ideales para los delanteros de área. Metió 44 goles en 240 partidos (228 en torneos de liga y 12 en copas) quedando claramente posicionado como un wing de gran calidad.

A continuación dos se posicionan dos hombres que fueron compañeros muchos años y que cumplieron tareas muy diferentes. Osvaldo Morelli y José Luis Petti. El Toro y el Mono. El Toro debutó con los pibes de la tercera que jugaron el Nacional de 1970 por la huelga de los titulares y se mantuvo hasta 1980 en el club. Es otro que jugó en las dos canchas Calamares. Fueron 236 las veces que vistió la camiseta marrón y blanca, convirtiendo 11 goles. Mediocampista áspero, duro, dejaba todo en cada partido. Titular en el ascenso de 1976.

 

 

El «Mono» Petti fue un exquisito. Un crack que debutó en la B de 1973 y enseguida se metió a los hinchas en el bolsillo. Figura del equipo en 1974/75, una hepatitis lo dejó afuera en el cuadro que ganó el ascenso y regresó después para brillar hasta ganar el Cuadrangular de la Muerte en 1979. Se fue a jugar a Newell’s, pasó un año por el Argentinos de Maradona y volvió a su casa, donde se lució de nuevo tras otros pasos por Independiente y los rojinegros de nuevo. Fueron 231 partidos oficiales y 42 goles con la Marrón. Crack idolatrado, inconstante, rebelde, difícil de llevar para los entrenadores. Distinto.

Con 230 presencias llegan Juan Carlos Menéndez y Roberto “Mudo” Gianetti. En goles, el Negro Menéndez hizo 14 –tiró varios penales- y Gianetti –marcador de punta ambidiestro- hizo apenas 4. Menéndez era zaguero, debutó muy joven en 1947 viniendo de las inferiores y se mantuvo once temporadas, con un buen rendimiento y mucha capacidad técnica. En cambio, el Mudo Gianetti llegó desde Defensores de Belgrano con 22 años en 1973 y se quedó fines de 1979, formando parte del equipo campeón de 1976 y siendo titular en los tres años siguientes en la dura Primera A. Le gustaba mucho tener la pelota, era vivo para proyectarse y dejó una buena imagen.

Manuel Pardal era de San Lorenzo, Santa Fe, nacido en 1901. Puntero izquierdo, debutó en 1919 y se quedó hasta fines de 1928. Jugó 227 partidos y conquistó 37 goles. Miembro de aquella delantera mítica de los años 22-26 junto con León, Cracco, Duarte y Bissio. Wing clásico, con mucho desborde y velocidad, hizo goles importantes.

Dos laterales que sabían manejar la pelota, eran ásperos para la marca y acompañaban el ataque fueron Mario Pajoni y Felipe Bellini. El caso de Pajoni es excepcional. Nacido en Junín (BA), llegó en 1932 y jugó hasta 1939 con mucha regularidad y formando parte de aquella histórica línea media junto con Gregorio Esperón y Cataldo Spitale. Fueron 219 partidos y un único gol, llegó a actuar en la Selección y fue, además, entrenador del equipo más adelante. Incluso, se desempeñó como árbitro en los años cuarenta y trabajó como odontólogo.

Felipe Bellini está asociado a la historia de Platense por su larga trayectoria marca la punta derecha y también a veces invirtiendo el sector. Jugó 12 años con un saldo de 217 partidos en la A, siempre con la Marrón. Velocidad, despliegue, técnica, experiencia para ganar la posición y robar la pelota, fueron características de un jugador que arriesgaba siempre y mantuvo su puesto. No hizo goles.

Cuenta el recordado Jorge Sepiurca –historiador Calamar por excelencia- que el Gallego “es muy probable que resulte el más hábil dominador de la pelota en la historia de Platense, un verdadero malabarista para su manejo y la gambeta…” El recordado investigador definió así en el libro de los 90 años a Juan Segundo Prado, crack surgido del semillero del club que debutó en 1936 y se mantuvo durante once años en la primera de Platense. Fueron 210 partidos (205 en los torneos de liga y 5 por copas) con 55 goles. Una enorme figura en los años cuarenta, cuando ya había alcanzado la madurez como jugador.

Claudio Spontón sigue vigente, porque trabaja en Platense y el hincha lo recuerda como quien hizo olvidar al Beto Alfaro Moreno, cuando el querido wing izquierdo fue adquirido por Independiente. Debutó contra River al inicio del torneo 1988/89 y ya en la segunda fecha hizo su primer gol ante Vélez, en el triunfo 2-1 en Liniers. Cuatro golazos a Boca, dos perfectos tiros libres convertidos a Independiente en el arco de la General Paz, tres regresos al club y una campaña que reúne 209 partidos oficiales y 40 goles. Jugó en River y Lanús, pero su corazón siempre fue Calamar.

Nació en Añatuya (Santiago del Estero) y llegó desde Sarmiento de La Banda con 23 años, para ubicarse como puntero izquierdo, debutando en aquel 1948 en la victoria contra Chacarita en Núñez. Vicente Sayago fue un hallazgo increíble: Hizo 75 goles entre 1948 y 1956, cuando dejó sus últimos partidos en la vieja Primera B. De esos tantos, 31 se los marcó a los cinco grandes, con la ratificación de su calidad ante rivales de fuste. Muy veloz, gran centreador, con un remate de media y larga distancia muy potente y entendiéndose siempre con Francisco Rodríguez, con Báez y Vernazza, sus socios de la gran delantera. Hizo un gol más en una copa de 1952 y llegó a los 76 tantos que lo mantuvieron como máximo goleador de Platense en la historia hasta que Daniel Vega lo destronó hace poco. Los 76 gritos tuvieron el marco de 208 presencias inalterables, 205 en partidos de liga.

Llegó desde Chacarita como lateral izquierdo con 22 años y se quedó siete temporadas, aunque después volvió y jugó dos torneos más. Raúl Humberto Grimoldi aceptó el desafío que le planteó el querido entrenador Vladislao Cap y pasó a jugar como mediocampista contra Atlanta en la segunda fecha del Cuadrangular de la Muerte en 1979. Desde aquella tarde, nadie lo sacó de la zona central del campo, donde creció hasta ser indispensable. En total fueron 204 partidos y 20 goles convertidos, recordando especialmente los dos tantos a Boca en 1983, el empate del muy festejado 4-4 con River en 1986 y su despliegue y categoría junto con Carlos Picerni y Horacio Magalhaes en aquel formidable equipo de 1980. Falleció en 2019 y quedará siempre en el recuerdo.

Luis Ferrario es otro personaje especial. Jugó largamente con la camiseta Calamar en dos ciclos (1921-26 y 1931-34) interrumpidos en su paso por Argentino de Quilmes. En total fueron 204 partidos (184 de liga y 20 de Copas) con una corrección y capacidad llamativas. Flaco, alto, con buen juego aéreo, siguió vinculado al club como empleado y finalmente como cobrador de cuotas a los socios.

Completando el grupo de quienes han llegado a los 200 partidos oficiales representando a Platense, aparece Julio Adolfo Cozzi. El enorme arquero nacido en el barrio de Saavedra, creció en las divisiones inferiores y debutó en 1941, a los 18 años. En aquel año le atajó un penal al vasco Isidro Lángara, el temido goleador de San Lorenzo. Pronto se adueñó del arco y le llegó el turno de defender a la Selección Argentina, siendo campeón sudamericano en 1947. En 1949 construye desde su lugar al gran equipo de 1949 y se va llevado por Adolfo Pedernera hacia Bogotá para armar el fabuloso Millonarios de Colombia, “el ballet azul” donde también recaló Antonio Báez. Volvió en 1955 y jugó poco porque la edad le pasaba factura. Le tocó vivir en Avellaneda el amargo descenso a la B y prefirió irse para terminar su carrera en otros clubes. Fueron exactamente 200 partidos oficiales (193 por liga y 7 por copas), tan redondos como su carrera.

Se fue como arquero pero regresó siempre porque vivió en el barrio, siguió siendo socio, atajó en el equipo de veteranos y fue técnico de inferiores y algunas veces de la Primera División. En la fiesta del Centenario Calamar en 2005, el propio Amadeo Carrizo le entregó el Calamar de Oro, el reconocimiento del club al mejor jugador de su historia. El gran Amadeo pidió permiso y dijo frente a la multitud: “Si yo hubiese jugado en Platense, estoy seguro que hubiera sido suplente de Julio, porque él era mejor que yo…” No por nada lo apodaron “el arquero del siglo”.

Nota: Alejandro Fabbri

Fotos: Departamento de historia y estadísticas C.A.P