Se presentó como pocos lo hacen. Lo trajeron para hacer goles y lo demostró muy pronto. Angelito Labruna confió en él para darle la camiseta nueve, en la primera fecha del Metropolitano, aquel 5 de marzo de 1967. Nos visitaba Chacarita en el templo de Manuela Pedraza y Crámer.
Esa tarde debutaron cinco jugadores (Aranda, Brandán, Mugione, Subiat y Luis Medina) además del protagonista de esta historia: Carlos Alberto Bulla, santafesino de Oliveros, con 23 años cumplidos y un pasado con inicios profesionales en Rosario Central (20 partidos oficiales y 5 goles) con una buena participación en los Juegos Olímpicos de Tokio como delantero central de la Argentina. Tapado en el cuadro rosarino por otros cracks, llegó al club.
Aquella tarde debutó en la red a los 16 minutos, cuando un bombazo desde el borde del área sorprendió al arquero Traverso. Llegó el empate funebrero y Bulla volvió a sacudir la red antes del final del primer tiempo. Nueva igualdad en el complemento y victoria calamar gracias al penal que concretó Mugione, otro de los debutantes y ex compañero en Central. Se había formado una delantero que haría historia: Miranda, Mugione, Bulla, Subiat y Luis Medina, reemplazado éste último en 1969/70 por Oscar Valdez, otra enorme figura.
El equipo rendía y mucho de media cancha hacia adelante. Bulla clavó un tiro libre en el inicio de la goleada al debutante Deportivo Español en Victoria (4-0) y metió un perfecto cabezazo para el parcial empate en el Bosque ante Gimnasia que luego se perdió 2-1. Seguramente su enojo por la caída sirvió para que una semana después, el 7 de mayo, demoliera el arco de Buttice con dos tremendos derechazos que se metieron por los ángulos. Fue triunfo 2-1 ante el Ciclón y una ovación cuando dejó la cancha lesionado a dos minutos del final.
Faltó algunas fechas pero después volvieron los goles: uno a Español (2-1) y los dos tantos a Estudiantes de La Plata en la famosa semifinal. El primero metiéndola tras eludir al arquero Poletti y superar a dos defensores que cubrían la línea del arco. El segundo tras un preciso pase de Subiat para avanzar hacia el área y tocar al costado justo frente a los hinchas calamares. No se pudo llegar a la final, pero el equipo hizo una campaña brillante y Bulla mostró su potencial.
Vinieron sus goles en el Nacional –tremenda tijera para la victoria contra Boca en casa, por 1-0, Antonio Roma todavía está volando en el arco de Amenábar… Fueron 12 goles con la marrón y blanca, aunque en el Metro el equipo jugó todos los partidos vestido completo de blanco.
Como no se hizo uso de la opción por su pase, Central lo cedió a Banfield, para angustia de los hinchas calamares. Se lo empezó a extrañar desde la primera fecha. En el Taladro convertiría 16 goles en 29 partidos. Su sustituto Juan Carlos Zapata apenas consiguió cinco tantos.
En 1969 regresó porque Platense puso cinco millones de pesos. Entonces sí, a disfrutarlo. Con Mugione de un lado y Subiat del otro, con el Loco Miranda de wing derecho y el rapidísimo Oscar Valdez por la izquierda. Conciertos de fútbol ofensivo. Le tocó otra vez “debutar” contra Chacarita y meter su gol a los dos minutos aunque se perdió 2-1 con el futuro campeón.
Entre Metro y Nacional jugó 39 partidos y metió 24 goles. Fue el máximo artillero del Nacional junto con Rodolfo Lobo Fischer, el ídolo de San Lorenzo, con 14 tantos. Fue el segundo máximo goleador de Platense en un torneo, luego de Raúl Frutos en 1943. En el Metro se hizo presente haciendo el cuarto gol en el enorme 4-0 a River en el Monumental, dos tantos a Huracán en las dos victorias, un delicioso tiro libre a Unión y otro libre convertido a River que dejó en ridículo al arquero Gironacci, en el empate 1-1 en Victoria. Sin embargo, durante el Nacional mostró su variedad de recursos: tres goles a Estudiantes (3-4 en Núñez), penal convertido a Boca en la Bombonera, cabezazo ante Santoro para el 1-1 contra el Rojo en Avellaneda y triplete ante el Talleres cordobés en la cómoda victoria 4-1 de locales.
Bulla era lento para los parámetros actuales, era centrodelantero pero se tiraba atrás a buscar la pelota, la tocaba corta y al pie, tenía socios tan talentosos como él en la delantera y le agregaba remates de media y larga distancia con ambas piernas, sutilezas impropias de un nueve, además de un cabezazo medido y goleador cuando era necesario. De yapa, ejecutaba con maestría los tiros libres y los penales, más allá de los dos que falló en el mismo partido contra Argentinos Juniors en Villa Crespo, la tarde del 2-0 en el Metro de 1970, cuando la marea calamar llenó dos tribunas por el espectáculo que daba el equipo, segundo en ese momento del líder Independiente.
Fueron 28 partidos oficiales y 8 goles convertidos en aquel 1970. El equipo empezó entre bien y muy bien, peleó siempre arriba para llegar quinto a tres puntos de Independiente. Bulla hizo cinco goles y otros tres los marcó en el Nacional, uno de cabeza a San Lorenzo, otro igual a River y un balazo contra Banfield para el 1-0. Jugando la Copa Argentina, dejó una perla más: el gol del 1-1 contra Argentinos en Mar del Plata (increíble pero cierto) y el doblete derrotando a Luis Gerónimo López en el tremendo 5-1 al Bicho en Villa Crespo bajo la lluvia, el 15 de marzo de 1970, partido que este periodista presenció bajo el paraguas de su padre en la tribuna de Corrientes, con todos los gritos de un adolescente de 13 años eufórico.
El equipo se desarmó, la crisis económica llegó y para 1971 emigró, lo mismo que la mayoría de los talentosos. El goleador se fue a River por 110 mil pesos de la Ley 18188 tal era la época en que la moneda valía poco. Algo que nunca cambió en nuestro país.
Querido por la gente, garantía de talento y capacidad goleadora. De jugar y hacer jugar, de convertir y hacer convertir, Bulla está entre los grandes delanteros de nuestra historia. La escena que tantas veces se repitió en esos años y volvió a verse cuando la Fiesta del Centenario, cuando la camiseta entregada en el entretiempo de un partido hace pocos meses y que se verifica las veces que un hincha calamar con memoria aborda su taxi es siempre la misma: “Bulla, Bulla, Bulla, goles, goles, goles…” y así hasta que no quede voz.
Siempre aparece por el club, algún entrenamiento, un asado en los quinchos, un reportaje, un partido oficial, Carlitos Bulla es parte insustituible del Alma Calamar, porque sus 44 goles en 101 presencias defendiendo la camiseta marrón y blanco son un recuerdo vivo que por suerte en varios videos en blanco y negro se pueden verificar. Hay cuatro goles adicionales en la Copa Argentina que redondean casi el medio centenar de tantos.
Cuando se escriba la Historia definitiva de nuestro querido club, Carlos Bulla tendrá un lugar especial entre los jugadores que dejaron bien arriba el cariño y el recuerdo de los hinchas. Una zona reservada para pocos. Crack. Ídolo. Para siempre.