Siempre es bueno recordarlas, porque aquellos partidos en los que Platense estampó con goles varios resultados extraordinarios, sirven para darnos la pauta de una historia que ya pasó largamente el siglo de existencia y de competencia deportiva.

                Porque la extensa campaña del Marrón tuvo picos altos en cuanto a triunfos resonantes, no solamente por la calidad de los rivales en muchos casos, sino por los escenarios donde los consiguió. Quedan invitados a adentrarse en los territorios que Platense hizo propios a fuerza de goles y bailes futboleros.

                En el pasado más remoto, asoma la máxima goleada: fue en 1911, por el torneo de tercera categoría, el único año que jugó Platense, ya que se afilió a la Asociación Argentina en 1910 y arrancó en Segunda (llamada Intermedia muy pronto) y como se creó una nueva división, debió retroceder un lugar, para recuperarlo en 1912. En aquel lejanísimo 1911, Platense aplastó como visitante al equipo B de Banfield. Fue 10-0, para sorpresa de muchos.

                Vale aclarar que los equipos podían presentar un cuadro titular que militaba en Primera o Intermedia y que en la tercera o cuarta división podía jugar con otra formación más débil. Así ocurrió ese 1911 con Banfield, que padeció doble: fue último en la Intermedia de ese año y en la tercera categoría sufrió el papelón con Platense. Aquella tarde memorable en terreno banfileño los goles los hicieron Isidro Cotero 2, Jesús Moyano 4, Pedro Martínez 2. Alfredo Perico y el wing izquierdo Banquero. En aquella vieja Primera C, Platense obtuvo el ascenso a Intermedia tras clasificarse semifinalista.

                En orden de resultados, varias veces el Marrón llegó a los ocho goles. Semejante triunfo se produjo por primera vez en el torneo de 1919, el 23 de noviembre, cuando Platense aplastó en su nueva cancha de Manuela Pedraza y Crámer a Estudiantes de Palermo, que luego se iría a Villa Devoto y más tarde a Caseros donde se mantiene. Fue 8-1, con tantos de Timoteo Sinigaglia (2), un penal de Emilio Berti y goles de Miguel Balmaceda, Manuel Fraga, Carlos Aguilar Pinedo, José Zaccheo y uno de los hermanos Santángelo.

                Dos años después hubo un 8-1 a Quilmes, con lucimiento especial del gran Antonio Duarte, que hizo tres goles, además de dos conquistas de Emilio Goin, un tiro libre de Alberto Felisari, uno en contra y otro del siempre vigente Miguel Balmaceda. En aquel torneo de 1921, el juvenil Goin y el crack Duarte hicieron 33 de los 63 goles Calamares en el torneo. El equipo finalizó octavo entre veinte equipos.

                Platense marcaría ocho goles tres veces más, todas en Manuela Pedraza y Crámer. La primera fue el festejado 8-2 a Gimnasia de La Plata, durante el torneo de 1935. El Lobo había sido gran animador de los campeonatos anteriores y nadie imaginó semejante resultado. Pero Platense lo hizo: fue el 8 de diciembre, con cuatro goles de Raúl Mezzadra, tres del enorme Tomás Taquito Beristain y uno del gran wing derecho Antonio Campilongo.

                Cuatro años más tarde, el Calamar aplastaría por 8-0 al simpático mate quilmeño, que jugó por única vez durante el profesionalismo en la A haciendo una campaña pésima porque no ganó nunca y perdió 30 de los 34 juegos. Ese 8-0 de 1939 lo concretaron Martín Larretchart (3), Martín García (2), Juan Prado (2) y el centrodelantero De Blasi.

                El otro partido donde la cuenta llegó a ocho goles a favor, hay que buscarlo en el ascenso de los sesenta. Platense recibió y demolió por 8-2 al Deportivo Morón, que jugaba su primer año en la vieja Primera B. con tres goles del habilidoso Juan Carlos Morrone –que muy pronto se iría al fútbol italiano- además de goles de Esteche, Verdier, Álvarez, uno en contra de Distéfanoy la habitual conquista del talentoso Eduardo Balasanian, que había venido desde Racing como parte de pago por la transferencia de Rubén Sosa.

                Ahora empieza la historia con los siete goles en un mismo partido. Fueron media docena de partidos, el primero en 1913 (7-0 al desaparecido club Riachuelo) y el último en 1972, cuando los pibes Calamares le metieron un 7-4 a Quilmes en la desaparecida cancha de Guido y Sarmiento. Jugaron el 22 de agosto, el mismo día que la dictadura militar asesinaba a trece presos políticos en la base naval de Trelew.

                Lo increíble, absolutamente inesperado, es encontrar en la formación titular de Quilmes aquel día a dos futbolistas que apenas seis años más tarde serían campeones mundiales con la Selección Argentina. Eran Ricardo Villa y Daniel Bertoni. De hecho Villa convirtió un penal y Bertoni hizo dos tantos. Platense se anotó con dos tantos de Miguel Angel Álvarez (La momia), otros dos del Toro Osvaldo Morelli, un penal convertido por Ricardo Troncone y dos goles finales de dos pibes del club: Ernesto Ulrich y Sergio Cierra. Ese torneo lo ganó AllBoys y tanto Calamares como cerveceros quedaron muy lejos.

                También como visitante, Platense produjo otro resultado milagroso. Fue en la Primera A de 1941 y en la cancha de Lanús. Ocurrió el domingo 20 de abril, pero lo genial de este triunfo fue que Platense perdía 4-1 a los 30m del primer tiempo. Florencio Arigós había clavado el 1-0 Calamar, pero llegó el vendaval granate (tres de Lorenzo y uno de Arrieta). El descuento de Juan Prado (gambeteador empedernido y de larguísima actuación en el club) cerró el primer tiempo. El festival llegó en el segundo tiempo: cuatro goles más de Arigós y uno del wing derecho Roberto Orlando le pusieron marco a un triunfo que está entre los mejores de la historia.

                El otro triunfo espectacular jugando fuera de nuestra cancha pasó en la B de 1956, cuando Platense le ganó 7-0 a Almagro en campo de Vélez. Goles de Manuel Murúa (3), Héctor Gatti (2), Horacio Torello y Gabriel Berazza.

                En condición de local, hubo 7-1 a Chacarita en Núñez durante 1938 (Adolfo Juárez y Eduardo Oviedo dos cada uno, Galvagni, Blanco de penal y Pisa). Y durante el torneo de 1944 fue un colosal 7-3 a Rosario Central, con tantos de José Canteli (3), Alberto Belén, Raúl Frutos, Manuel Dorado y el cordobés Torielli. Lo increíble es que Canteli, Belén y Frutos habían llegado desde Newell’s Old Boys años antes. Lucirse ante el rival de siempre era materia obligatoria.

                Queda también en el recuerdo aquel 7-2 sobre Central Córdoba de Rosario, obtenido en la vieja B de 1963: tres pepas de Orlando Garro, acompañado de goles de Horacio Medina, Juan Carlos Senés, Héctor Scandoli y Roberto Mazzeo. Fue el último septeto Calamar. Ojalá vengan más.