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A 27 años del triunfo frente a River Plate por 3 a 2, que salvó al calamar del descenso directo y lo mandó a desempatar con Temperley. Una verdadera hazaña a lo Platense.

Cualquier suceso o cosa rara, extraordinaria y maravillosa. Esa es la definición que arroja el diccionario cuando se busca la palabra “milagro”. Y, francamente, lo sucedido aquella tarde en el Monumental reúne todas esas condiciones. Fue raro, extraordinario y, por sobre todas las cosas, maravilloso. Faltando 25 minutos para que terminara el campeonato, Platense perdía 2 a 0 contra River y sentenciaba, de esta manera, su descenso a la “B”. Ni la igualdad le servía, sólo valía la victoria para poder forzar un desempate con Temperley. Menos de media hora para torcer una historia que parecía tener un final escrito con lágrimas para la gente de Saavedra. Pero el fútbol es la lógica de lo impensado y muchas veces da lugar a sucesos como éste. Los milagros siempre traen consigo semidioses que son capaces de hacerlos realidad aún en las circunstancias más adversas. Y esa tarde el héroe tuvo nombre y apellido: Miguel Ángel Gambier. El hombre que nació el 26 de junio de 1961, en Pellegrini, provincia de Buenos Aires, entró al campo de juego faltando 30 minutos para que finalizara el partido y anotó los tres goles con los que logró devolverle el alma al cuerpo de Platense.

River no se jugaba nada en ese partido. Era la última fecha del campeonato y no tenía chances de ser campeón. El título se lo disputaban los dos equipos rosarinos. Central, que el año anterior había ascendido de la “B” y finalmente fue el ganador, y Newell´s. La Lepra ya había vencido por 4 a 1 a Italiano y esperaba a que el equipo del sur de Buenos Aires lograra una victoria para poder alcanzar un partido definitorio con su clásico rival para consagrar al campeón.

Rosario Central y Temperley arreglaron el empate, que era lo que le convenía a los dos. Cada uno con un punto lograba su objetivo: salir campeón y mantener la categoría respectivamente. El partido terminó 1 a 1 –como era de suponer- y todos contentos festejando lo suyo. River Plate estaba ganando 2 a 0 cómodamente en el Monumental y nadie suponía lo que iba a ocurrir minutos después. Miguel Ángel Gambier ingresó en el segundo tiempo y anotó, en menos de media hora, tres goles que dieron vuelta la historia en favor de Platense, que de esta manera logró llegar al partido desempate con el conjunto del sur para ver quién mantendría la categoría y quién descendería a la “B”. Increíble pero real.


El héroe

Miguel Ángel Gambier recuerda su tarde histórica y el milagro de Platense en el Monumental: “No iba a jugar el partido, estuve a punto de no concentrar. Después de ser titular todo el torneo, el Chamaco Rodríguez me informó que me sacaba, justo el día que nos jugábamos todo. Aparte no me dio ninguna explicación. A veces el técnico te saca pero te alienta, te dice que sigue creyendo en vos, que te va a volver a tener en cuenta. Nada, me sacó y listo. Por eso decidí que no iba a concentrar. Sin embargo, mis compañeros me hablaron mucho y me convencieron. Alejandro Nannini me dijo algo que me hizo cambiar de actitud: -si vos no jugás, la gente va a decir que te borraste en el último partido y no te lo merecés-, me dijo. Y acepté ir al banco.
Tengo que confesar que entré pensando que estábamos liquidados. Porque ni siquiera nos dijeron que Rosario Central había empatado. Y bueno, me dije, igual voy a tratar de dejar todo lo que tengo, si perdemos que sea luchando. El Chamaco me dijo que jugara de nueve, bien de punta.

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La primera pelota que toqué fue gol. Alfaro Moreno mandó un centro desde la izquierda, salté con Gutiérrez y de cabeza le cambié el palo al arquero. Entró justo en el ángulo derecho, arriba. Ahora tenemos que empatar, le dije a los muchachos. Para que la gente vea que por lo menos lo intentamos.

Tampoco iba a patear el penal. Ocurre que antes el encargado era yo, pero que desde que estaba Rodríguez los pateaba Nannini. Alejandro tenía un calambre y no podía, entonces dije que me lo dejara, yo estaba descansado y con la mente fresca. Me lo dejó y la toqué a la punta izquierda, más colocado que fuerte.  Entró y empatamos. Era la nuestra, ahí sí teníamos que ir con todo a buscar el triunfo. En el primer tiempo River pudo hacer más goles, pero ahora nosotros los estábamos superando, se podía dar.

Un segundo antes del tercero había cabeceado y se me fue pegada al palo. Pero en ésta, el centro del Gerardo González me cayó perfecto y metí el derechazo con todo. Era el tres a dos. Sentí una emoción fuerte, pero no sabíamos nada como iba Temperley. Segundos después terminó el partido y desde el banco vinieron corriendo a abrazarnos. Ahí nos etnteramos que habíamos alcanzado el desempate. ¡No sé lo que sentí en ese momento! Algo muy profundo, hay que vivirlo para darse cuenta porque fue como un milagro, que nos salváramos y que me tocara a mí hacer los tres goles después de todo lo que había pasado.

Quedamos concentrados ese mismo día, esperando el partido con Temperley, y me acuerdo que nos dieron dos horas libres. Me fui a mi casa de Belgrano a celebrar con Graciela, mi mujer. Me puse muy contento por los hinchas que sufren y alentaron tanto, por mis compañeros, y por mí también porque hacía tiempo que no andaba bien con el gol y quería demostrar que nadie está exento de una mala racha. También por Mario Brandone, un dirigente extraordinario. A él le dediqué el triunfo y los goles. A Raúl Ferrari, también. Jugar acechado por el descenso es desesperante, el nerviosismo quita serenidad, precisión, porque uno no se quiere ir y en vez de jugar tranquilo hacer cualquier cosa. Ese fue el momento más feliz de mi vida deportiva. Con el Chamaco no hubo ningún problema después. Incluso me felicitó, me dijo que era una fiera, que la rompí.

Alejandro Alfaro Moreno, otro de los protagonistas de aquella tarde, cuenta: “ fue una de las emociones más grandes de mi carrera. Quién sabe dónde hubiera ido a parar si bajábamos. Iban veinte del segundo tiempo y River todavía nos ganaba por dos goles. Pero cuando llegan esas instancias determinantes, Platense se agranda. Y el “Pampa” Gambier, un monstruo, metió tres goles; el tercero sobre la hora. Nos abrazábamos y no podíamos parar de llorar. Antes de ese partido, en casa de mis viejos, me había preparado las llaves de un departamento que había comprado en Villa Urquiza por si perdíamos. Tenía pensado encerrarme y no atender a nadie. Fue verdaderamente un milagro, por más que muchos sospecharan que River nos entregó los puntos”.

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Marcelo Espina, quien estaba dando sus primeros pasos en la primera de Platense, dice: “Fue mi primer partido como titular, antes había entrado como suplentes en fechas anteriores pero contra River fue la primera fuego de mi carrera. Recuerdo que fue un encuentro duro, muy difícil y quedó en la historia del club por todo lo que pusimos y la alegría enorme que le dimos a la gente”.


La ficha del partido

Resultado: River Plate 2 – Platense 3
Estadio: Antonio Vespucio Liberti (Recaudación: 25.874,50 australes)
Fecha: 02/05/1987
Árbitro: Abel Gnecco.

River Plate: José Miguel; Rubén Darío Gómez, Nelson Daniel Gutiérrez, Pablo ERbín, Gordillo y Zapata; Américo Gallego, Morresi, Néstor Gorosito; Antonio Alzamendi y Salaberry.
DT: Héctor Veira

Platense: Fortunato, Felipe Bellini, Jorge Luis Avalos, Larramendi, Aponte, Desanto, Callipo, Marcelo Espina, Gerardo González, Alejandro Nannini y Alfaro Moreno.
DT: Chamaco Rodríguez.

Goles: Morresi 49´(RP), Aponte e/c 59´ (RP), Gambier 67´, 83´ -p- y 89´ (P).
Cambios: 60´Gambier por De Santo y Vieta por Larramendi (P). 89´Sperandio por Gorosito y Medri por Salaberry (RP).
Expulsiones: 90´ Gallego (RP).


Un referente

Felipe Bellini –que actualmente vive y trabaja en Estados Unidos- rememora el increíble partido frente a River Plate: “Es imposible de olvidar para los que tuvimos la suerte de jugarlo. Yo siempre dije que debe ser algo similar a lo que se vivió en el de Platense y Lanús en cancha de San Lorenzo, la noche de los penales. Por haber sido en ese momento uno de los jugadores que más le habían escapado al descenso vistiendo la camiseta calamar era a quien más se dirigían los periodistas, y yo, a pesar de no estar del todo seguro que otra vez nos salvaríamos, tenía que de todas formas asegurar que así sería. Un poco para que nuestra gente fuera fuerte y no nos abandonara en ese difícil momento y, por otro lado, para darle confianza a los compañeros que no estaban tan seguros y que no habían vivido nada parecido hasta ese entonces. Lo peor era que mostrándome tan firme con las declaraciones, no me daba cuenta que después, al tener que enfrentarnos a Temperley, los rivales se dirigían hacia mí de una manera poco amigable.

Unos días antes del partido, el Chamaco Rodríguez decidió que jugaría con un solo delantero y no con dos como lo veníamos haciendo, por eso Gambier fue al banco de suplentes. Eso había traído algunos problemas en el grupo, porque a pesar de todo estábamos muy unidos aunque existía una pequeña camarilla como las hay en todos lados, el Chamaco terminó por jugársela con los del club y le fue bien. Hay muchas cosas que pasaron previas a ese encuentro pero son cosas de vestuario y no salen de esas paredes, son sagradas.

Durante el partido, en momentos que estábamos perdiendo y sabíamos del resultado del partido de Temperley, yo insultaba a cada jugador de River que me pasaba por al lado y casi llorando le pegaba trompadas o lo que fuera para que de alguna manera les entrara el temor y se tranquilizaran, ya que ellos no perdían nada en ese partido y nosotros perdíamos todo. Pero, si los jugadores de River hubiesen sido todos grandes y con mucha experiencia, quizás no se la habrían jugado como lo hicieron algunos de los pibes que estaban ese día en la cancha.

Después del gol en contra de Aponte, que marcó el 2 a 0, fijé la vista en la popular de Platense y vi cosas que jamás se me olvidarán mientras viva. La gente lloraba y se abrazaba pero seguía alentando cada vez más y con más ganas, como si fuera la última vez que alentarían al equipo. Me quedé mirando eso y me dije: -Es injusto lo que está viviendo esta gente, no podemos fallar, y a pesar de que yo sabía que estábamos haciendo los imposible para dar vuelta ese resultado, tenía que suceder un milagro, pero a ese milagro había que ayudarlo. Fue ahí donde entre unos cuantos dentro de la cancha decidimos dejar un poco la parte defensiva y dedicarnos únicamente a atacar. Por suerte el Chamaco desde el banco parece que pensó lo mismo y lo puso a Gambier. Después la historia que ya conocemos: los tres goles del “Pampa” y la euforia cuando no enteramos del resultado de Temperley.

Volví a mirar a esa gente que minutos antes lloraba de tristeza y ahora se abrazaban gritando “muchas gracias marrón” y que “Platense es de Primera y de Primera no se va”. En sus caras se notaba como un agradecimiento enorme hacia nosotros que, a pesar de no haber hecho una buena campaña, les estábamos dando una de sus más grandes alegrías. Claro que todavía faltaba el partido desempate, pero para esa gente ya habíamos cumplido. Nosotros sabíamos que todavía estábamos en deuda y que recién saldaríamos en la final con Temperley. Cosa que finalmente sucedió para satisfacción de todos.
 
Cuando alguien me comenta sobre el penal que hizo Gallego me pone muy mal. Yo le contesto que si eso hubiese estado arreglado nosotros teníamos que haberlo sabido. Lloré dentro de la cancha y vi llorar a mucha gente. A pesar de los años que pasaron si yo llegara a saber de alguien que dice tener pruebas trataría de charlarlo con él, pero quisiera que Gallego también estuviera en esa charla. No hay que olvidar que en ese partido, aparte del “Tolo” jugó Alzamendi y otros grandes, y tuve la suerte de tener de compañeros a jugadores de ese plantel de River, como el “Gato” Miguel y Erbín entre otros, y ellos siempre pensaron igual que yo.”

Extracto del libro “A pesar de los años”.