La vuelta a Primera División se produjo a dos días del inicio del año 1965. Después de nueve temporadas en la vieja Primera B, Platense estaba de regreso. Manos a la obra. Se inició la ambiciosa tarea de poner la cancha de Manuela Pedraza y Crámer en condiciones. La obra se hizo y se logró inaugurar las nuevas instalaciones el 22 de mayo, contra Ferro, por la octava fecha del campeonato.
Hubo que dar vuelta el estadio. El campo de juego fue ampliado a 105x70m y pasó a tener orientación E-O, con arcos ubicados sobre las calles Crámer (antes platea principal) y la extensión de la calle Moldes, donde se instaló la tribuna visitante. El Templo Calamar pasó a tener capacidad para más de treinta mil personas, cómodamente situadas en los cuatro sectores.
El debut fue fenomenal. El 18 de abril, Platense recibió a Independiente en el Monumental de River, con muchísimo público de ambos equipos. Los rojos dieron la vuelta olímpica en la previa del partido porque acababan de ganar su segunda Copa Libertadores. Con un gol del Enzo Gennoni, puntero izquierdo llegado de Vélez, el Calamar se impuso 1-0 e inició su nuevo ciclo en la máxima categoría.
La primera rueda fue muy floja con esa victoria inicial, un 3-1 sobre Huracán y otro 3-1 en La Paternal como éxitos recordables, pero Platense acabó compartiendo el último puesto con el Racing Club. En cambio, la segunda parte del torneo fue espectacular. Hubo una festejada victoria sobre Boca –que ese año perdió apenas tres veces- por 3-1 en Núñez, con dos goles de Gennoni y uno de Orlando Garro, con un delicioso sombrero sobre la salida de Néstor Errea.
Victoria 2-1 ante San Lorenzo, nuevo triunfo contra Huracán en Patricios, éxito en el Bosque platense ante Gimnasia y dos goleadas, 4-1 a Lanús en el Sur y 4-0 a Chacarita en casa que dejaron a Platense en la séptima posición entre 18 equipos, a dos puntos del cuarto, Ferro. La recuperación del equipo que dirigió el recordado Antonio Faldutti, un técnico que mostró que el ascenso a la A no había sido casualidad. Puntos altos: Topini en el arco, Mansuetto y Schneider la zaga central, Scardulla, Togneri y el Piojo Yudica en el mediocampo, las gambetas de Miranda y el aporte goleador de Orlando Garro (crack) y Olindo Guzmán.
Todo lo contrario ocurrió en 1966. Hubo escaso cambio en el plantel pero la campaña fue muy floja. Hubo un ciclo de 726 minutos consecutivos sin hacer un gol, escuálidos 27 puntos que lo dejó a cuatro unidades del colista Chacarita y alivio porque se anularon los descensos un mes antes del final del torneo. Lo peor fue la dirigencia no pudo impedir la salida del técnico Faldutti a Independiente y cambió ocho entrenadores en una sola temporada. Entre ellos, apareció como interino Julio Cozzi, una gloria del club.
Renovación total para 1967 y un nuevo desafío. La AFA decidió hacer dos campeonatos, el Metropolitano y el Nacional. Para acceder al segundo, había que clasificarse entre los seis primeros, El Metro sumó 22 equipos, divididos en dos zonas de once cada una. Se convocó a Ángel Labruna para dirigir al plantel: llegaron dos defensores (Aranda y Recio), dos mediocampistas ofensivos (Mugione y Subiat), un extremo izquierdo (Luis Medina), un centrodelantero (Carlos Bulla) y un reemplazo ofensivo como Luis Lavezzi. La inversión económica y la buena relación entre Labruna y los jugadores produjo un equipo ofensivo, audaz, que logró varios resultados que en otros tiempos eran inesperados.
Platense le ganó 3-2 a River en el Monumental (primer triunfo como visitante allí) y le ganó 2-1 a Independiente en Avellaneda. Concluídas las 22 fechas, ganó la Zona B con 28 puntos, uno más que el Rojo y obtuvo el pase a las semifinales. Tuvo la delantera más goleadora del torneo con 40 y provocó admiración en el público general. Sin embargo, la caída ante Estudiantes de La Plata por 4-3 en la Bombonera le privó la chance de jugar la final contra Racing, que había eliminado a su vecino Independiente.
El Nacional fue decorativo por el fuerte golpe sufrido en aquella semifinal, donde el club estuvo muy cerca de ganar el partido y pensar en el título. Previo al Nacional, Platense realizó una gira por Bolivia y Venezuela. En Caracas tuvo la chance de jugar dos veces contra Athletic Bilbao y Académica de Portugal. En aquel Nacional se gritaron fuerte los triunfos sobre Boca (1-0 con una tijera de Bulla) y San Lorenzo (1-0 con gol de Luis Medina). Labruna se iría para River al final del año.
De aquel equipo sensación de 1967 se fueron Mansuetto, Recio, Togneri, Miranda, Bulla y Lavezzi, pero llegaron dos zagueros que formarían una pareja que dejó su huella: Juan Carlos Piris y el uruguayo Hugo Rivero. Muy jóvenes, fueron creciendo y siendo indispensables. El equipo no funcionó, Platense ocupó el último lugar en el Metro y debió jugar el Reclasificatorio para mantener la categoría, algo que consiguió. La calidad de Mugione, los goles de Subiat, las atajadas de Topini o Hurt, la dupla central y el último año de Juan Carlos Murúa dejaron datos positivos en una temporada olvidable.
Para 1969 el equipo se reforzó bien: volvieron Miranda y Bulla, llegó el joven wing izquierdo Oscar Valdez, se sumaron Ramiro Pérez y Francisco Russo, aparecieron varios juveniles. En suma, el equipo funcionó y consiguió el quinto lugar para llegar tranquilo a jugar el Nacional. El Jueves Santo (3/4/69) demostró su jerarquía al aplastar 4-0 a River como visitante, dando un recital de fútbol. Le ganó los dos partidos a Huracán y venció en la difícil cancha de Estudiantes, con un recordado tanto de Ramiro Pérez. El Nacional no fue bueno, destacándose la capacidad goleadora de Carlos Bulla, que finalizó primero en la tabla general de artilleros, junto con el Lobo Fischer, de San Lorenzo. Bulla le hizo un triplete a Estudiantes (derrota 3-4) y repitió ante Talleres de Córdoba (4-1).
El equipo alcanzó su punto máximo durante el Metro de 1970. Fue animador desde el inicio con triunfos muy valiosos (4-3 a Quilmes en campo cervecero y 4-3 a Colón en Santa Fe), además de ganarle al futuro campeón Independiente por 3-2 en Avellaneda (triplete de Oscar Valdez) en la penúltima fecha. Ocupó el sexto puesto, a tres puntos de los rojos, mostrando un formidable poderío ofensivo con una delantera muy recordada: Miranda, Mugione, Bulla, Subiat y Valdez. Al finalizar el torneo, Oscar Valdez fue transferido al Valencia de España con el que obtuvo el torneo de Liga de 1970/71.
Sin embargo, los problemas económicos y la ausencia de dirigentes capacitados para conducir el club fueron llevando todo a una situación sin retorno. El Nacional de 1970 demostró que las cosas no venían bien. La cancha de Manuela Pedraza tenía problemas estructurales y encima, el club debía mucho dinero por el alquiler. La deuda con el plantel creció muchísimo en ese tiempo y finalmente, los profesionales decidieron dejar de dudar el 28 de octubre, con lo que Platense debió presentar juveniles hasta el final del torneo. Era un llamado de atención muy duro que no sería tampoco el último.
Llegó 1971, el peor año deportivo para el club en toda su historia. Se fueron Mugione, Subiat y Bulla, el trío ofensivo que tanto hizo entre 1967 y 1970. Los refuerzos fueron escasos y el dinero escaseaba demasiado. Debut con River en el Monumental y empate 1-1 muy celebrado por los hinchas que coparon la tribuna visitante, gracias a Roberto Cabral, juvenil cordobés que ya se había destacado en los últimos partidos del Nacional anterior.
El papelón que hizo el club ante Independiente (segunda fecha) no tiene antecedentes. La reserva estaba jugando su partido, éramos locales en Chacarita con la cancha propia clausurada y a la hora de juego, el encuentro se suspendió porque los juveniles del Marrón debían irse al vestuario a descansar y cambiarse porque tendrían que enfrentar a la primera del rojo. La razón fue un paro sorpresivo lanzado por los profesionales, hartos de las promesas de pago no cumplidas. El choque desigual fue saldado con un escalofriante 11-1 para Independiente, que dejó en ridículo a los chicos y aportó un adoquín encima de todos los hinchas. Fue la peor derrota en la historia del club, que jamás había recibido más de 8 goles, algo que sucedió con aquel 8-2 que nos propinó Racing en el lejano 1938.
El equipo volvió a jugar pero la crisis no dio tregua nunca. Hubo algunos buenos resultados como el 5-1 a Argentinos y el 5-0 a Estudiantes de La Plata, además del empate 3-3 contra el fuerte Newell’s en Rosario y el 2-0 a Boca, con goles de Crocci y Ulrich en el último partido jugado contra los Xeneizes en Manuela Pedraza y Crámer. El descenso se cerró inexorable sobre Platense, que bajó junto con Los Andes. El 26 de septiembre –triunfo 2-0 ante Newell’s- fue el último partido jugado en el Templo inaugurado en 1917. Fueron 55 años con 847 encuentros oficiales, de los que se ganaron 419 y se perdieron apenas 197, con 231 empates.
Platense descendió por segunda vez y perdió su campo de juego. Peor imposible. La deuda con los dueños del predio no se pudo postergar y ni siquiera documentar. Se ordenó el desalojo y las lágrimas surcaron los rostros de muchísimos hinchas y de gente del barrio. Había que barajar y dar de nuevo. Una nueva camada de dirigentes encabezada por el Dr. Carlos Marino se hizo cargo del club y de a poco fue ordenando la economía casera, teniendo en claro que había que evitar la desaparición y pensar en darles rodaje a los chicos de las inferiores.
Con la cancha de Atlanta como hogar provisorio, Platense hizo una discreta campaña en su vuelta a la vieja Primera B de 1972. Terminó séptimo entre diecisiete clubes y el detalle negativo es que jugando en Atlanta apenas ganó un partido, ante Excursionistas. Se afirman los juveniles Ulrich, Morelli, Cierra, Bernabitti y Collodel, destacándose Ricardo Troncone y José María Gatti, que al fin de la temporada serían transferidos al Racing Club.
Cambio de localía: Platense local en Tigre, aunque suene extraño. Se mejoró un poquito el rendimiento pero finalmente el Calamar quedó sexto entre 19 para 1973. Se retira un emblema del club, Enrique Topini, después de 15 temporadas defendiendo el arco de Platense. Es el jugador que más partidos disputó en la historia de nuestro club: 321 de campeonatos y 5 por copas de AFA, suman 326 presencias desde 1959 hasta fines de 1973. Impresionante.
Mención para jugadores que serían baluartes ese año y en los siguientes: el zaguero Miguel Arturo Juárez, el lateral Roberto Gianetti, el mediocampista Carlos Gómez y el enganche y delantero José Luis Petti, uno de los mayores ídolos del hincha Calamar. Del ciclo 1972-73 quedan para el recuerdo un 7-4 a Quilmes en el Sur con Ricardo Villa y Daniel Bertoni jugando para los quilmeños, que seis años después ganarían la Copa del Mundo. También, los tres penales que atajó José Cafaro –récord histórico- ante Banfield, en la primera fecha de 1973, pese a la caída por 5-3 ante el futuro campeón de la categoría. Cafaro sería transferido meses después al Milan italiano. En aquel 1973 hubo un 6-0 a Arsenal y un 2-1 al escolta Temperley en Turdera.
Volvimos al campo de Atlanta para 1974. La Primera B fue reestructurada. Veinte clubes divididos en dos zonas de diez cada una, dos torneos por año con partido y revancha. Platense no pudo clasificarse para pelear el ascenso. Llegó tercero en los dos certámenes cuando eran los dos primeros quienes avanzaron. Ratificación de Morelli-Carlos Gómez-Bernabitti-Petti con la suma de Ulrich como extremo izquierdo y de Daniel Pavón como centrodelantero. Juventud y buenos rendimientos que no alcanzaron.
Para 1975 hubo localía en Chacarita. Llegan Pedro Mastromauro y Jorge Forgués. El equipo brinda buenos rendimientos, hay partidos espectaculares como el 4-3 a Lanús, el 3-0 a Italiano, un 3-1 a Central Córdoba de Carlovich, un 2-0 a Morón en el Oeste y un festejado empate en Tigre. El hexagonal por el segundo ascenso no nos favorece. Una sola victoria aleja a Platense del retorno. En mayo de aquel 1975 se inician los trabajos para construir la nueva cancha en el predio de Vicente López. La ilusión empieza a crecer.
En 1976 siguió la localía en Villa Crespo y el experimentado Juan Manuel Guerra tomó el timón del plantel. Varios refuerzos le dieron más jerarquía al equipo (el zaguero Pilla, el enganche Osvaldo Pérez, el delantero Luis Orlando) y el reglamento fue cambiado nuevamente. Dos torneos independientes con dos ascensos, pero no directos. Los seis primeros de cada uno jugarían a mitad y final del año, el hexagonal para ganarlo y subir a la A. La campaña fue muy buena: primero en la fase regular y ganador del hexagonal. Fueron 24 partidos, con 13 triunfos, 8 empates y apenas 3 caídas. Goles a favor 41, con 24 en contra.
El equipo merece recordarse: De Virgilio; Fermín Rivero, M.A.Juárez, Pilla y Gianetti; Morelli, Carlos Gómez y Osvaldo Pérez; Orlando, Pavón y Ulrich. Dirigidos por don Manuel Guerra, también jugaron Marrero, Petti, Mastromauro, Roa, Chiappe, Jorge Torres, Bernabitti, Lucero, Palmaz, Ocampo, Passucci, Forgués, Goncebat y Pipastrelli.
La noche del 13 de julio, un frío martes de invierno y en la cancha de Vélez, el Calamar le ganó 1-0 a Villa Dálmine gracias a un cabezazo del zaguero Pilla y pudo festejar el ascenso a la A, al llegar las noticias desde el viejo Gasómetro que narraban el triunfo de Almagro ante Lanús, al que Platense superó por un punto. Fiesta marrón y blanca pese al frío y el miedo que infundía la dictadura cívico-militar de aquellos tiempos duros.
El mismo equipo afrontó su participación en el Nacional de 1976, tras el agotador esfuerzo por la vuelta a la A tras casi cinco años. Hubo un arranque fenomenal: 4-1 a Sportivo Patria de Formosa, 2-1 a All Boys en Floresta, 2-0 a Unión en Liniers y 2-1 a Huracán en la Quema, un inicio impresionante que terminó al caer 2-1 con los mendocinos de San Martín en Caballito. El equipo sintió el trajín y si bien quedó puntero al final de la primera rueda, desbarrancó en la segunda parte pero la hazaña, el regreso a Primera, se había concretado.
El torneo de 1977 fue el más largo de la historia de nuestro fútbol. Jugaron 23 equipos, en dos ruedas, todos contra todos. Fueron 46 fechas, 44 partidos oficiales solamente en el Metro. La campaña fue aceptable, se mantuvo una buena racha de ocho partidos sin perder, pero el final fue muy angustioso, ya que Platense ganó un partido de los últimos 18 y quedó junto con Lanús, ubicado en el antepenúltimo lugar, debiendo desempatar con los granates. Semejante desenlace entre los dos que habían subido juntos en 1976 (y también antes en 1964) se produjo en San Lorenzo, el 16 de noviembre ante más de cincuenta mil personas, con la multitud de hinchas Calamares alentando desde la tribuna visitante.
Hubo 90 minutos ásperos, intensos, con escasas situaciones de peligro. Después llegó el tiempo suplementario y en esos 30m ambos tuvieron sus chances. Lanús pegó un cabezazo en el travesaño y Platense –a través de Miguel Ángel Juárez- lamentó un tiro que se desvió en el poste izquierdo del arco lanusero. Llegaron los penales.
Fueron 22. Se ejecutaron todos sobre el arco de la hinchada Calamar. La serie de cinco terminó empatada 4-4. Siguieron tirando series de dos, fueron tres tandas y en la última, Miguel Arturo Juárez convirtió para Platense y Osmar Miguelucci se vistió de héroe al pararle el tiro final a Orlando Cárdenas. Final 8-7, cuatro atajados por el veterano Miguelucci, fiesta popular en la tribuna, llantos en la cancha de los jugadores, una emoción imposible de olvidar. Se iniciaba el camino donde Platense eludiría al descenso que lo vino a buscar desde aquella noche casi todos los años. Lanús, Ferro y Temperley descendieron. El Nacional de 1977 fue un premio adicional para el plantel y los hinchas.
El torneo de 1978 fue muy particular porque se disputó en medio de los preparativos para la Copa del Mundo y siguió hasta el 29 de octubre por la postergación de partidos. Platense, que mantuvo la mayor parte del plantel de 1977, siempre estuvo complicado en la lucha por quedarse y lo consiguió en las últimas dos jornadas. A falta de dos fechas, estaba tres puntos debajo de Banfield y debía recibir al Taladro en Atlanta. Lo venció por 2-1 (goles de Mastromauro y Osvaldo Pérez) y se acercó a una unidad. En la jornada final, enfrentó y superó a Chacarita en San Martín, gracias a un solitario gol de Gerardo Ríos, acompañado por casi diez mil hinchas. El descenso le correspondió a Banfield y a Estudiantes de Buenos Aires.
La AFA mantuvo la pulsión de modificar torneos. Para 1979 dividió el torneo largo en dos zonas de diez equipos cada una. Los dos últimos de cada sección disputarían un cuadrangular del que saldría un único club que mantendría la categoría. Los otros tres, al descenso. Platense tuvo un arranque flojísimo y muy velozmente todos cayeron en la cuenta de que iba a disputar otra vez la permanencia. Así ocurrió.
Sin embargo, el enorme esfuerzo dirigencial y de muchísimos socios hizo posible la ansiada inauguración del estadio Ciudad de Vicente López. Ocurrió el 22 de julio en ocasión del primer choque por la permanencia, ante Gimnasia y Esgrima La Plata. Con un 40% del estadio completado, la multitud llenó todos los huecos posibles. El partido finalizó sin goles y las dudas se instalaron rápidamente entre hinchas y directivos. ¿Cómo hacer para quedar primeros? Habría que ganar todo lo que se pusiera enfrente…
Así fue: Platense derrotó 2-1 a Atlanta en Villa Crespo, le ganó 2-1 a Chacarita en su nueva casa, logró un enorme triunfo en el Bosque ante Gimnasia por 2-0, repitió victoria 1-0 ante Atlanta y llegó a la última fecha hasta San Martín para ganarle a un ya descendido Chacarita por 2-1. Fueron quince mil los hinchas que colmaron dos tribunas del estadio Funebrero, que vibraron con el extraordinario gol de José Luis Petti, que junto con Miguel Ángel Juárez fueron las grandes figuras de ese petit torneo. La sabia conducción de Vladislao Cap, la solidez de jugadores como Jorge Guyón, Raúl Grimoldi y Carlos Picerni le fueron dando ya una fisonomía al equipo, que debería esperar hasta 1980 para volver a jugar, porque el ganador del llamado “Cuadrangular de la Muerte” no fue invitado a jugar el Nacional de 1979.
¿Importó algo? Muy poco. Todos contentos, la dirigencia armando con paciencia y el dinero que no abundaba el nuevo equipo de 1980. Los hinchas celebrando la tercera salvación consecutiva. Y el estadio, que siguió agregando cemento y escalones a una ilusión que ya era una realidad. Platense en la A, establecido, con cancha propia. ¿Se podía pedir más?